jueves, agosto 09, 2007

ECO DEL BLOG DE JESÚS VALDIVIELSO



El amigo Jesús Valdivielso
http://cronicasterrestres.blogspot.com/ nos ha traído "La carta del jefe Seattle ", que a mí me toca todas las fibras sensibles que poseo.
Quiero contribuir a que sea conocida por todo el mundo. Que como una ola llegue a todos y cada uno de los blogueros.

Por si hay alguien que aún no la ha leído.. por si hay alguien que quiere hacerse eco.. por si alguno duda que nuestro mundo , nuestra civilización occidental es salvaje, aunque no lo reconozcamos. Y que otros hermanos, que sí se reconocen salvajes.. nos enseñan a ser humanos ..¡Y de qué manera!


A mí siempre que la leo me emociona sobremanera..


* * * * * * *



El Gran Jefe Blanco de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras. Pero, ¿cómo es posible comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Nosotros no comprendemos esta idea. Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos?
El Gran Jefe Blanco de Washington nos envía también palabras de amistad y de buena voluntad. Esto es muy amable por su parte, pues sabemos que él no necesita de nuestra amistad. Sin embargo nosotros meditaremos su oferta, pues sabemos que si no vendemos vendrán seguramente hombres blancos armados y nos quitarán nuestras tierras. Nosotros tomaremos una decisión. El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en lo que diga el Jefe Seatlle, con tanta seguridad como en el transcurrir de las estaciones del año. Mis palabras son como las estrellas, que nunca tienen ocaso. Cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante aguja de pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de rocío de los sombríos bosques, cada calvero, el zumbido de cada insecto... son sagrados en memoria y experiencia de mi pueblo. La savia que asciende por los árboles lleva consigo el recuerdo de los pieles rojas. Los muertos de los hombres blancos olvidan la tierra donde nacieron cuando parten para vagar entre las estrellas. En cambio, nuestros muertos no olvidan jamás esta tierra maravillosa, pues ella es nuestra Madre. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas, el venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las cumbres rocosas, los prados húmedos, el calor del cuerpo de los potros y de los hombres, todos somos de la misma familia. Por todo ello, cuando el Gran Jefe Blanco de Washington nos comunica que piensa comprar nuestras tierras exige mucho de nosotros. Dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir agradablemente y que él será nuestro padre y nosotros nos convertiremos en sus hijos. Pero, ¿es eso posible? El Gran Espíritu ama a vuestro pueblo y ha abandonado a sus hijos rojos. El envía máquinas para ayudar al hombre blanco en su trabajo y construye para él grandes poblados. Hace más fuertes a vuestro pueblo de día en día. Pronto inundaréis el país como ríos que se despeñan por precipicios tras una tormenta inesperada. Mi pueblo es como una época en regresión pero sin retorno. Somos razas distintas. Nuestros niños no juegan juntos y nuestros ancianos cuentan historias diferentes. El Gran Espíritu os es propicio y en cambio, nosotros estamos huérfanos. Nosotros gozamos de alegría al sentir estos bosques. El agua cristalina que discurre por los ríos y arroyos no es solamente agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestras tierras debéis saber que son sagradas y que cada reflejo fugaz en el agua clara de las lagunas narra vivencias y sucesos de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos que sacian nuestra sed. Ellos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras debéis recordar esto y enseñad a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y que, por tanto, hay que tratarlos con dulzura, como se trata a un hermano. El piel roja retrocedió siempre ante el hombre blanco invasor, como la niebla temprana se repliega en las montañas ante el sol de la mañana. Pero las cenizas de nuestros padres son sagradas, sus tumbas son suelo sagrado, y por ello estas colinas, estos árboles, esta parte del mundo es sagrada para nosotros. Sabemos que el hombre blanco no nos comprende. El no sabe distinguir una parte del país de otra, ya que es un extraño que llega en la noche y despoja a la tierra de lo que desea. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando la ha dominado sigue avanzando. Deja atrás las tumbas de sus padres sin preocuparse. Olvida tanto las tumbas de sus padres como los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el aire, como cosas para comprar y devastar, para venderlas como si fueran ovejas o cuentas de colores. Su voracidad acabará por devorar la tierra, no dejando atrás más que un desierto. Yo no sé, pero nuestra raza es diferente de la vuestra. La sola visión de vuestras ciudades tortura los ojos del piel roja. Quizá sea porque somos unos salvajes y no comprendemos. No hay silencio en las ciudades de los blancos. No hay ningún lugar donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o el zumbido de los insectos. Quizá sea sólo porque soy un salvaje y no entiendo, pero el ruído de las ciudades únicamente ofende a nuestros oídos. ¿De qué sirve la vida si no podemos escuchar el grito solitario del ave chotacabras, ni las querellas nocturnas de las ranas al borde de la charca? Soy un piel roja y nada entiendo, pero nosotros amamos el suave rumor del viento, que acaricia la superficie del arroyo, y el olor de la brisa, purificada por la lluvia del medio día o densa por el aroma de los pinos. El aire es precioso para el piel roja, pues todos los seres comparten el mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre..., todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco parece no notar el aire que respira. Como un moribundo que agoniza desde hace muchos días, es insensible a la pestilencia. Pero si nosotros os vendemos nuestras tierras no debéis olvidar que el aire es precioso, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que mantiene. El aire dio a nuestros padres su primer aliento y recibió su última expiración. Y el aire también debe dar a nuestros hijos el espíritu de la vida. Y si nosotros os vendemos nuestras tierras, debéis apreciarlas como algo escepcional y sagrado, como un lugar donde también el hombre blanco sienta que el viento tiene el dulce aroma de las flores de las praderas. Meditaremos la idea de vender nuestras tierras, y si decidimos aceptar será sólo con una condición: el hombre blanco deberá tratar a los animales del país como a sus hermanos. Yo soy un salvaje y no lo entiendo de otra forma. Yo he visto miles de bisontes pudriéndose, abandonados por el hombre blanco tras matarlos a tiros desde un tren que pasaba. Yo soy un salvaje y no puedo comprender que una máquina humeante sea más importante que los bisontes, a los que nosotros cazamos tan sólo para seguir viviendo. ¿Qué sería del hombre sin los animales? Si los animales desaparecieran el hombre también moriría de gran soledad espiritual. Porque lo que suceda a los animales, también pronto ocurrirá al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí. Lo que afecte a la Madre Tierra, afectará también a todos sus los hijos. Enseñad a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a nuestros hijos: la tierra es nuestra madre. Lo que afecte a la tierra, afectará también a los hijos de la tierra. Si los hombres blancos escupen a la tierra, se escupen a sí mismos. Porque nosotros sabemos esto: la tierra no pertenece al hombre, sino el hombre a la tierra. Todo está relacionado como la sangre que une a una familia. El hombre blanco no creó el tejido de la vida, sino que simplemente es una fibra de él. Lo que hagáis a ese tejido, os lo hacéis a vosotros mismos. El día y la noche no pueden convivir. Nuestros muertos viven en los dulces ríos de la tierra, regresan con el paso silencioso de la primavera y su espíritu perdura en el viento que riza la superficie del lago. Meditamos la idea del hombre blanco de comprar nuestras tierras. Pero, ¿puede acaso un hombre ser dueño de su madre?. Mi pueblo pregunta: ¿qué quiere comprar el hombre blanco? ¿se puede comprar el aire o el calor de la tierra, o la agilidad del venado? ¿cómo podemos nosotros venderos esas cosas, y vosotros cómo podríais comprarlas? ¿podéis acaso hacer con la tierra lo que os plazca, simplemente porque un piel roja firme un pedazo de papel y se lo entregue a un hombre blanco?. Si nosotros no poseemos la frescura del aire, ni el reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos? ¿acaso podréis volver a comprar los bisontes, cuando hayáis matado hasta el último? Cuando todos los últimos bisontes hayan sido sacrificados, los caballos salvajes domados, los misteriosos rincones del bosque profanados por el aliento agobiante de muchos hombres blancos y se atiborren de cables parlantes la espléndida visión de las colinas...¿dónde estará el bosque? Habrá sido destruido. ¿Dónde estará el águila? Habrá desaparecido. Y esto significará el fin de la vida y el comienzo de la lucha por la supervivencia. Pero vosotros hombres blancos caminaréis hacia el desastre brillando gloriosamente, iluminados con la fuerza del Gran Espíritu que os trajo a este país y os destinó para dominar esta tierra y tambien al hombre piel roja. El Gran Espíritu os dio poder sobre los animales, los bosques y los pieles rojas por algún motivo especial que no comprendemos. Ese motivo es tambien para nosotros un enigma. Quizás lo comprendiéramos si supiésemos con qué sueña el hombre blanco, qué esperanza trasmite a sus hijos en las largas noches del invierno y qué ilusiones bullen en su imaginación que les haga anhelar el mañana. Pero nosotros somos salvajes y los sueños del hombre blanco nos permanecen ocultos. Y por ello seguiremos distintos caminos, porque por encima de todo valoramos el derecho de cada hombre a vivir como quiera, por muy diferente que sea a sus hermanos. No es mucho realmente lo que nos une. El día y la noche no pueden convivir y nosotros meditaremos vuestra oferta de comprar nuestro país y enviarnos a una reserva. Allí viviremos aparte y en paz. No tiene importancia dónde pasemos el resto de nuestros días. Nuestros hijos vieron a sus padres denigrados y vencidos. Nuestros guerreros han sido humillados y tras la derrota pasan sus días hastiados, envenenando sus cuerpos con comidas dulces y fuertes bebidas. Carece de importancia dónde pasemos el resto de nuestros días. Ya no serán muchos. Pocas horas más, quizás un par de inviernos, y ningún hijo de las grandes tribus que antaño vivían en este país y que ahora vagan en pequeños grupos por los bosques, sobrevivirán para lamentarse ante la tumba de un pueblo, que era tan fuerte y tan lleno de esperanzas como el nuestro. Pero cuando el último hombre piel roja haya desaparecido de esta tierra y sus recuerdos sólo sean como la sombra de una nube sobre la pradera, todavía estará vivo el espíritu de mis antepasados en estas riberas y en estos bosques. Porque ellos amaban esta tierra como el recién nacido ama el latir del corazón de su madre. Pero, ¿por qué he de lamentarme por el ocaso de mi pueblo? Los pueblos están formados por hombres, no por otra cosa. Y los hombres nacen y mueren como las olas del mar. Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla con él de amigo a amigo, no puede eludir ese destino común. Quizás seamos realmente hermanos. Una cosa sí sabemos, que quizás el hombre blanco descubra algún día que vuestro Dios y el nuestro son el mismo Gran Espíritu. Vosotros quizás pensáis que le poseéis, al igual que pretendéis poseer nuestro país, pero eso no podéis lograrlo. El es el Dios de todos los hombres, tanto de los pieles rojas como de los blancos. Esta tierra les es preciosa, y dañar la tierra significa despeciar a su Creador. Os digo que también los blancos desapareceréis, quizás antes que las demás razas. Continuad ensuciando vuestro lecho y una noche moriréis asfixiados por vuestros propios excrementos. Nosotros meditaremos vuestra oferta de comprar nuestra tierra, pues sabemos que si no aceptamos vendrá seguramente el hombre blanco con armas y nos expulsará. Porque el hombre blanco, que detenta momentáneamente el poder, cree que ya es Dios, a quien pertenece el mundo. Si os cedemos nuestra tierra amadla tanto como nosotros la amábamos, preocuparos por ella tanto como nosotros nos preocupábamos, mantened su recuerdo tal como es cuando vosotros los toméis. Y con todas vuestras fuerzas, vuestro espíritu y vuestro corazón conservarla para vuestros hijos y amadla como El Gran espíritu nos ama a todos nosotros. Pues aunque somos salvajes sabemos una cosa: nuestro Dios es vuestro Dios. Esta tierra le es sagrada. Incluso el hombre blanco no puede eludir este destino común. Quizás incluso seamos hermanos. ¡Quién sabe! Gran Jefe Seatlle.


.

14 comentarios:

Jesús dijo...

El espíritu del viejo indio también se te ha aparecido. Esto es una ofensiva desde el Mas Allá

LLUVIA dijo...

JESÚS

Ahora me entero que plagiar es cosa de los espíritus. Ofensivas del Mas Allá.. jejeee

Aunque bien mirado... por qué no? :)

Blog de la Revista Calma dijo...

Como me va a molestar, al contrario me alaga

Jesus Valdivieso

Unknown dijo...

LLUVIA, QUERIDA AMIGA

ESTREMECE EL RELATO.

SANGRA ESA TIERRA CON EL RECUERDO... TAMBIÉN TODA AMÉRICA.

EL HOMBRE BLANCO HA HECHO ESTRAGOS..

HAN DESAPARECIDO CULTURAS ENTERAS.
QUEDAN MINÍSCULOS GRUPOS EN PEQUEÑAS PORCIONES DE TIERRA, QUE "GENEROSAMENTE" LE HAN DADO.

DUELE Y MUCHO!!!

AMIGA,
RECIBE MIS SALUDOS Y EL DESEO DE HORAS HERMOSAS!!!

BESOS MIL


ADAL

LLUVIA dijo...

JESÚS

Gracias :)

Besos!




ADAL

Sí es muy doloroso, que los que dominan el mundo, vean todo como negocio, todo lo devasten y arrasen.. Quiero tener alma de piel roja y mirar a la tierra , los ríos, los árbole, todo, como algo sagrado y respetarlo todo.
¡Es tan hermoso lo que dice el Gran Jefe Indio!

Besos!

tan versátil como acústica dijo...

este texto es bellísimo. en mi escuela lo dábamos todos los años, me lo sé casi de memoria, y cada vez que lo releo pienso en distintos asuntos, y me sorprende como no ha perdido en nada su vigencia.

Maria Ines dijo...

Hablar de la soberbia de hombre es seguir materializando pensamientos erróneos.
Hablemos del hombre nuevo, no por nuevo sino por consciente, por responsable de los dones otorgados, por su compromiso por la vida...
¡Es hermoso verlo en acción!!!!!
Bello muy bello!!!!
Un beso y un gran abrazo amiga

ÁGAPE dijo...

Paso por aquí a saludar, he estado un poco distante o ausente... estoy de vacaciones visitando a la familia... en cuanto pueda me pongo a actualizar...

un beso inmenso =)

Anónimo dijo...

Leyendo el texto ha ido despertando en mi muchas sensaciones, emoción, amor, incomprensión, dolor, ira, impotencia, el mayor de mis respetos al gran jefe indio.
¡Gracias por hacernos partícipe de este invalorable post.
Abrazos fraternos.

Maisa dijo...

Un hermoso y cierto escrito...Se han destruido tantas cosas en nombre del progreso...Nada como las raices y la amada tierra..

Gracias por compartirlo

Un beso desde Monte Grande

Aurefaire dijo...

snif... me quede colgada de este post... impresionante...
nunca lo habia leido.

te mando besitos de hada amiga

LLUVIA dijo...

Gracias a los que me habeis visitado y comentado. Acabo de llegar de viaje y como estamos en pleno verano estoy un poco informal.. cuando descanse un ratito , me paso por vuestros blogs.


Tan versátil como acústica:

Estoy de acuerdo contigo, no ha perdido ni un ápice el valor de su contenido.Besos!



Maria Inés

Tú si eres ya la mujer nueva, estoy segura!
Besos!



Ágape

Gracias por tu visita. Me alegro de tu vuelta.
Yo tambien estoy se aquí para allá.. acabo de llegar de viaje y el jueves me voy otra vez... buenoi en Septiembre empezaremos a estabilizarnos , no?
Un besote y bienvenida!


Kukilin

Gracias por tus palabras.. es verdad esa carta a mí tambien me despierta muuuchos sentimientos.
Besos!


Maisa

Sí en nombre del progreso.. en algunos aspectos hemos retrocedido.. ¡Que triste!
Besos!


Aurefaire:

¿No lo habias leido? Pues entonces lo escribí para tí! :))

Besos!

Anónimo dijo...

¡Gracias amiga por participar de mi cumpleaños!
Un abrazo y muchos besos...

Diego Estin Geymonat dijo...

El texto es hermoso y lo que dice es terrible, pero no se sabe quién lo escribió, y es altamente improbable que haya sido el jefe Seattle quien lo pronunció.